HISTORIA DEL NUDISMO 6/7

“Mi Camino hacia el Nudismo” – Historias al Desnudo

Mi nombre es Ronald Ramos, soy venezolano, tengo 51 años y he sido nudista desde los 18. Llevo varios meses en este hermoso país y quiero compartir con ustedes cómo y por qué llegué al nudismo.

En mi juventud, a pesar de ser delgado, deportista y aventurero, sufría de muchos complejos con respecto a mi cuerpo. En especial, me avergonzaban mis piernas sin razón alguna, tanto así que al ir a la playa lo hacía vestido, incluso de noche, tratando de ocultar una deformidad que solo existía en mi mente.

Un día, en un acto de rebeldía, y tras una crisis frente a mis primos, decidí bañarme totalmente desnudo en la playa. Esa noche le pregunté a mi novia Eva:
—¿Crees que pueda existir un mundo donde la gente no se fije en tu aspecto físico, sino que te valore por lo que eres?
—Sí —me respondió—, yo creo que sí puede existir.

Fue entonces cuando decidimos hacerlo posible. Nació la idea de crear el Oasis Club Nudista de Maracaibo, comenzando con cuatro personas cercanas: Eva, Evelin (su hermana), un primo y yo.

Nuestro primer baño nudista fue al amanecer, lejos de la multitud. El momento de desnudarse fue difícil al principio; entre risas, nervios y juegos, finalmente fueron las chicas quienes rompieron el hielo y se metieron al agua. Pronto estábamos todos disfrutando, riendo, jugando. La vergüenza se desvaneció en minutos.

Una anécdota graciosa (aunque algo dolorosa) fue que, al sentarnos en una laguna, un pez pequeño me mordió en el prepucio. El susto fue grande, y también la hinchazón. No le conté a nadie y me recuperé solo, pero ese incidente no hizo más que fortalecer mi decisión.

Lo que comenzó como rebeldía se transformó en una actitud de vida. Comencé a estudiar sobre el nudismo y el naturismo, creando con mi grupo una filosofía basada en amistad, confianza, respeto y verdad. Practicábamos tareas cotidianas al desnudo para normalizar la visión del cuerpo humano, sin ningún componente sexual.

Una vez, mientras me bañaba con mi esposa y cuñada antes de salir a una fiesta, su novio llegó inesperadamente y abrió la puerta del baño. Su expresión fue inolvidable. Tuvimos que explicarle el contexto y él, con el tiempo, se unió al grupo sin problemas.

Con el tiempo, me sinceré con mi familia. Mi mamá, mis hermanos, mis amigos, incluso mis profesores sabían que yo era nudista. Llegué a tener un grupo de unas 40 personas. Mis hijos se han criado en este estilo de vida.

Para mí, el nudismo representa libertad del cuerpo, la mente y el alma. La verdadera libertad no es hacer lo que se quiere, sino no estar dominado por vicios, complejos o prejuicios sociales. Muchos creen que el nudismo debe ocultarse, pero yo creo que debe vivirse con honestidad y respeto mutuo.

Actualmente, soy artista plástico. Practico y promuevo la pintura corporal. He tenido experiencias hermosas con los grupos nudistas de Medellín (NOC) y Anapoima (Al Natural), quienes me han permitido expresarme artísticamente. Pintar sobre un cuerpo vivo, que respira, que se mueve, que da vida a una obra... es una experiencia transformadora.

Aunque el Oasis Club Nudista quedó en el pasado, sus enseñanzas viven en mí. Aprendí sobre el respeto, la empatía, la conexión con la naturaleza y, sobre todo, sobre cómo dejar un mundo mejor para mis hijos.

Hoy pertenezco al grupo Soy Nudista en Venezuela. También realizo trabajos como jardinería y carpintería para nudistas. Trabajar al desnudo ha sido otra forma de explorar esta filosofía, más allá del arte o el ocio: también en lo cotidiano.

El nudismo no es solo despojarse de la ropa, es despojarse de los prejuicios.
Es vivir con verdad, con respeto y con amor.

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