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Por: Carlos Del Toro
Llevaba ya muchos años, desde la adolescencia, practicando el nudismo. Al principio en casa, en solitario, y luego en espacios naturales con amigos. Sin embargo, nunca me había tomado una foto desnudo… hasta que un viaje a la mágica Ciudad Perdida cambió todo.
Desde joven también había sido amante del senderismo. Cada año, con mis amigos caminantes, organizábamos una caminata de tres días por montañas, páramos o selvas del país. Ya siendo adulto y con casi 20 años de nudismo a mis espaldas, decidimos que ese año el destino sería Ciudad Perdida, en la Sierra Nevada de Santa Marta.
Fuimos a una agencia de ecoturismo en Santa Marta, donde nos presentaron el plan del viaje. Al final de la charla, proyectaron unas imágenes del lugar y, al ver las terrazas indígenas entre la vegetación exuberante, exclamé sin pensar:
"¡Allí me quiero hacer una foto desnudo!"
Risas generales, y varias manos se alzaron voluntarias para tomar la foto.
Llegó el día del viaje. Empezamos a caminar por la ribera del río Buritaca, con las mochilas al hombro y el corazón lleno de emoción. Fueron tres días de ascenso entre piedras, senderos y selva. Dormimos en la montaña, cocinamos nuestros alimentos y compartimos entre amigos la maravilla del camino.
Al final del tercer día, después de subir unas empinadas escaleras prehispánicas, apareció ante nosotros la majestuosa Ciudad Perdida. Un silencio reverente nos rodeó. La contemplamos extasiados. Algunos comenzaron a tomar fotos.
Y entonces recordé mi promesa.
Aún había personas cerca, algunas desconocidas. Mis amigos se fueron hacia el campamento de descanso. Me quedé esperando que la terraza quedara vacía. No ocurrió. Me dije:
“Es ahora o nunca.”
Con un poco de nervios, me acerqué a una persona cercana y le pedí que me tomara una foto. Se sorprendió, claro, más aún cuando le pedí que esperara… y empecé a quitarme la ropa. Pero lo hizo. Y el momento quedó inmortalizado.
Meses después, nos reunimos como era costumbre para ver las fotos del viaje. Uno a uno fue proyectando sus recuerdos. Yo fui el último. Alguien mencionó entre risas:
“¿Y qué pasó con la foto desnudo? ¡Yo iba a tomarla!”
Esperaron una respuesta... hasta que proyecté una diapositiva que decía:
“Lo prometido es deuda.”
Y apareció la foto.
![]() |
"Lo prometido es deuda" Carlos nos compartio la foto |
Risas, gritos, bromas, y sobre todo sorpresa de que lo hubiera hecho sin avisar. Años después me enteré de que la foto había circulado por internet. Pero no me molestó. Todo lo contrario: me siento orgulloso. Esa imagen representa mucho para mí.
Fue mi primera foto nudista, y el momento que marcó mi tránsito del nudismo privado al nudismo social. Una imagen hermosa, en un lugar sagrado, y un paso clave en mi camino hacia la aceptación, la libertad y la autenticidad.
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