Cálido Campamento: Cuando la Confianza Venció al Frío - Historias al Desnudo

 Por: Alejandro Duque

Era el año 2013. En ese entonces, hacía parte de un colectivo teatral, un grupo que se había convertido en una gran familia. Además del arte, compartíamos vivencias intensas, emociones abiertas y una confianza que solo el teatro puede forjar. Los camerinos nos acostumbraron a la desnudez parcial, a vernos sin máscaras… aunque con ropa.

Un día, buscando salir de la rutina, organizamos un campamento. El lugar elegido fue Boquía, un caserío cerca de Salento, en el Quindío. Clima frío, muy frío. Éramos solo seis personas: tres mujeres y tres hombres. La noche transcurrió entre risas y conversaciones, y cerca de la 1:00 a.m., con la luna y las estrellas como testigos, decidimos salir a caminar. El frío era intenso, pero eso no detuvo nuestro impulso.

Llegamos a una quebrada. Entre bromas surgió la idea loca: ¡metámonos al agua! Claro, nadie tenía traje de baño, y no queríamos mojar la poca ropa que habíamos llevado. Entonces, surgió otra idea más loca:

“¿Y si nos metemos sin ropa?”

Primero reímos. Luego, dijimos: ¿por qué no? Acordamos desnudarnos todos al tiempo, como muestra de lealtad. A la cuenta de tres... saltamos desnudos al agua helada.

Fue divertido. Liberador. Inesperado.

Después de media hora en el agua, decidimos regresar. Pero uno de mis compañeros nos jugó una broma: salió antes, se llevó nuestra ropa y la regó por todo el campamento. No tuvimos opción. Caminamos desnudos bajo el cielo estrellado hasta nuestra zona de descanso.

Allí, sin ropa, sin frío, sin nada que ocultar, nos acostamos en el pasto, hombro con hombro, muslo con muslo. Hablamos durante horas: de nuestros sueños, nuestros miedos, nuestras vidas. Lloramos. Reímos. Nos desnudamos el alma.

Fue un momento mágico.

Curiosamente, cuando finalmente decidimos vestirnos, el frío nos golpeó con fuerza. Yo empecé a temblar. Mi cuerpo cálido, cómodo en su estado natural, rechazaba la ropa como un retroceso. Fue un contraste brutal.



Hoy, ese colectivo teatral ya no existe. Pero los lazos sí. Seguimos reuniéndonos. Nos desnudamos el alma, aunque no el cuerpo. Y siempre recordamos esa noche de campamento como una de las experiencias más profundas que compartimos.

Hace un poco más de un año, participé por primera vez en un evento nudista. Tenía dudas, claro, pero recordar aquella anécdota me motivó. Me hizo entender que lo que busco en el nudismo no es solo la libertad del cuerpo, sino esa conexión sincera, libre, con los demás y con el entorno.

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